25.10.13

La función del pasado: historia y “construcción” de las fechas patrias

                                                                                                                        Por Lorena Jesús
El 1º de julio se celebra en Argentina el día del historiador, en conmemoración de un decreto del Primer Triunvirato que en el año 1812  ordenó que se llevara un registro escrito de los acontecimientos de la Revolución de Mayo con el objeto de “perpetuar la memoria de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud, y a la época gloriosa de nuestra independencia civil”. Esta tarea fue desempeñada por el Deán Gregorio Funes, quien a partir de la documentación recuperada redactó el Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán.
La Ley 25.566, sancionada en marzo de 2002, que declara Día del Historiador el 1º de julio de cada año “a los efectos de recordar y homenajear el esfuerzo que han realizado y realizan los escritores, investigadores, profesores y aficionados dedicados al estudio, propalación y análisis de los acontecimientos de carácter histórico.”, no sólo da cuenta de la relevancia del discurso histórico en la sociedad, sino que también muestra el carácter fundacional de la Revolución de Mayo en la construcción de un relato histórico nacional.
En un momento tan temprano como 1812, en medio de los avatares de la lucha emancipatoria, la cabeza del poder político entendió la potencialidad simbólica que tenía la Revolución de 1810 y la importancia de establecer el andamiaje sobre el que se construiría la memoria.
Los festejos por el primer y segundo centenario de la Revolución de Mayo parecen corroboran esta idea. Independientemente de las diferencias en el horizonte ideológico y político que tiñeron cada una de esas conmemoraciones, es indudable el lugar de primacía otorgado a este acontecimiento que  sigue revalidando su carácter fundacional.
 Un hito histórico fundamental como la Declaración de Independencia, el 9 de Julio de 1816, quedó relegado a un segundo plano en la conmemoración de las fechas patrias. En este sentido, no resulta menor la observación del historiador Alejandro Cattaruzza al señalar: “Así, la mera decisión acerca de la fecha que debía celebrarse [como nacimiento de la Nación] era una definición en sí misma. La nación aparecía asociada a Mayo, y Mayo, al menos en las instancias iniciales, a la ciudad de Buenos Aires…”[1]
La celebración del Día de la Bandera el 20 de junio,  fecha del fallecimiento de Manuel Belgrano, establecida por la ley 12.361 de 1938 o la recuperación de la figura de San Martín hacia mediados de la década de 1870 que culminaría con la repatriación de sus restos en mayo de 1880 y la instauración del 17 de Agosto como fecha patria décadas más tarde; se inscriben dentro de esta lógica. Estos prohombres son reconocidos e integrados en el panteón patrio sólo cuando sus trayectorias e ideas dejan de representar un conflicto para los sectores que detentan el poder.
Más significativa aún resulta la cuestión, también observada por Cattaruza, de que “(…) esas representaciones del pasado tienen el poder de tornar legítimas la posiciones presentes y de influir en las batallas de la hora. Y de tales batallas dependerá en futuro que pueda construirse.”[2]
Un buen ejemplo de esto podría brindarlo la celebración del 12 de Octubre. Esta fecha, la de llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas en 1492, fue instituida por decreto como Fiesta Nacional bajo de presidencia de Hipólito Yrigoyen 4 de octubre 1917, en el marco del fortalecimiento de los lazos con España y su cultura por oposición al proyecto estadounidense de panamericanismo. La presión de la comunidad española en Argentina no fue un aspecto menor de la instauración de esta celebración que, posteriormente, tomaría la denominación española de Día de la Raza.
En octubre de 2007, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) estableció “la necesidad de revocar los símbolos de avasallamiento de los pueblos aborígenes a partir de la conquista”, por la cual sugería al Poder Ejecutivo la supresión del 12 de Octubre como feriado nacional, el decreto 1.584 de 2010, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, se hace eco de esta solicitud, estableciendo el Día de Respeto a la Diversidad Cultural en reemplazo del Día de la Raza.
Noventa años después de la instauración de esta celebración que resaltaba la hispanidad, la cual fue replicada de manera similar por varias naciones americanas, el horizonte político e ideológico de América Latina nos muestra una imagen diferente, en donde la integración es un eje insoslayable para la región, así como la recuperación y puesta en valor del patrimonio cultural de los pueblos originarios.
La historia se reescribe permanentemente, está en nosotros no permanecer ajenos a esos procesos.


[1] Cattaruzza, Alejandro: Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 2007, pág. 31.
[2] Ib. Idem, pág. 19.

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